sábado, 21 de enero de 2017

Brujas

Recuerdo que varias mujeres entramos a algo así como un calabozo. Éramos unas tres niñas pequeñas, dos jóvenes incluyendome a mi y tal vez alguna mujer mayor. Nos acompañaba una señora, ya grande, en sus 40s. Ella nos guiaba a través de las habitaciones. Todas teníamos habilidades diferentes. Telekinesis, pirokinesis, etc. No recuerdo bien la de cada una. Nos movíamos sigilosamente, con cautela. Ya no recuerdo el porqué o en qué momento todo se convirtió en una cacería. Había trampas por todos lados. De repente escuchaba a alguien morir, a causa de que cayó en una. Nos dividimos. Estaba el bando dispuesto a cooperar con la autoridad del lugar, liderado por una mujer grande, su séquito eran los más jóvenes, en su mayoría niñas de cabello rubio, largo, mirada tierna y uniforme. Y estaba el bando rebelde, liderado por mí. De igual forma me seguía gente joven. Tal vez alguien de mi edad. Yo me negaba a bajar la cabeza, así que me escabullí por los pasillos de lo que ahora parecía una escuela muy grande y abandonada, asesinando a cualquiera que quisiera deternerme, con mi magia. A veces me escondía, corría. Mi séquito y yo caminabamos a través de un salón, hacia una puerta que estaba frente a nosotros. El otro bando nos cazaba a los rebeldes por igual, y pude escucharlos del otro lado de la puerta. Estaban ya muy cerca de mi. Me metí a un armario y esperé a que no me vieran. Ordené a los demás ocultarse, apagar la luz. Cuando entraron a la habitación y pasaron frente a mi escondite, me vieron. Me sentí frustrada, acorralada. Tuve que asesinarlos. Apuñale con mis propios dedos a los niños que estaban rodeandome. Incineré a los otros detrás de éstos. Fui hacia la puerta, donde estaba su lider, sentada en una silla cerca de ésta y la incineré. Se convirtió en un bulto enorme de ceniza, descansando en el sillón. Pregunté a los sobrevivientes, que eran las niñas rubias, si iban a permanecer o a unirse a mi bando. Se negaron. Me sentí molesta, pero en realidad no nos quedaba otra opción mas que mantenernos unidas. Además, quería protegerlas.
Decidimos salir del lugar. Del lado contrario a la puerta a la que iba, estaba la salida. Se veía luz de día y un jardín seco afuera de la propiedad. Luego, derecho, un cubículo de concreto que finalmente daba a la salida principal a la calle. Una señora de raza negra, vestida de rosado, (que me parece era una de las brujas del bando conforme), me preguntó acerca de la otra señora. A lo que respondí con una gran y reconfortante sonrisa, diciéndole que la había incinerado. Su rostro se transformó en uno de horror. Gritó "¡Corre!" Y escuché unas explosiones detrás de nosotras. Corrimos. Al parecer incineré a alguien que no debía. Llegamos al cubículo, pero solo la señora y yo. Había pequeñas cosas rosadas explotando al rededor de nosotras, ardían como el infierno. Eran como balas que tenían la capacidad de explotar. Nos ocultamos tras la pared. Sentí que moriría. La señora lo hizo. Sólo quedaba yo. Asomé la cabeza por el borde de la pared, hacia el jardín y vi a una de las niñas regresando hacia la escuela. El tirador, que estaba arriba, en una de las ventanas rotas, se tomó toda la tranquilidad para matarla. Volví a ocultarme cuando su cuerpecito cayó.
Miré hacia la salida. La escuela estaba limitada por una cerca de metal bastante común. No había nadie vigilando aún. Estaba esperando el momento perfecto para que los tiradores se distrajeran y yo poder huír. Llegaron dos autos, con varias personas dentro y estacionaron justo fuera de la cerca. Sentí que ya estaba muerta, tan cerca de escapar... Pero resultaron ser unos adolescentes idiotas buscando una fiesta, que por obvias razones no encontraron, así que se fueron. Me sentí aliviada, pero tenía que apresurarme pues no tardarían en enviar a alguien para exterminarme y a cualquier bruja que hubiera quedado.
Luego de unos minutos, apareció. Un simple carrito como de hospital, con cosas, químicos, manejado por un tipo para nada ofensivo, que por supuesto me vió. Dijo para sí algo como "espero que no vean demasiado tarde" volteando a ver a los tiradores. Era obvio que no iba a detenerme. En cuanto los tiradores se giraron, salí rápidamente del cubículo, rodeándolo y cubriéndome con él. Me escabullí hacia un auto, lo pasé, continúe caminando, alejándose cada vez más de la propiedad. Comencé a ver gente común, movimiento. Caminé. Ubiqué dónde estaba y me di cuenta de que podía regresar a casa en un autobús, cruzando la enorme avenida. Subí al puente y crucé hasta el camellón de en medio. Tenía que subir otro puente para llegar al otro lado, pero este estaba roto, o en construcción. Una señora encontró otro que podíamos escalar pero sentí miedo de subir. Estaba ansiosa por huír, así que le agradecí a la señora la sugerencia y decidí cruzar la calle sola. Pasaban muchos autos, camiones, era peligroso solo cruzarme, debía esperar a que se vaciara lo suficiente. En lo que hacía eso, saqué un dulce de la mochila que ahora portaba y lo comí. De repente, unos hombres me hablaron. Voltee a mi izquierda. Estaban dentro de una patrulla y eran oficiales. Todos parecidos, rubios con barba y bigote y unas gafas oscuras. Yo estaba segura de que tenían algo que ver con la caza de brujas y de alguna manera, sospechaban de mí. Lo más natural posible me acerqué a ellos, con comida en la boca. Me saludaron y dijeron que por favor firmara con mi puño y letra en un dispositivo. En mi cabeza rondaba: "¿cómo van a descubrirme con eso? ¿cómo funciona? No firmes". Traía puesto un uniforme, lo cual probablemente fué lo que levantó las sospechas. Me preguntaron si iba a la escuela, como sabiendo que no era así. Yo asentí, mientras miraba la avenida vaciarse. Hice un gesto de tener que irme y cruzar, luego caminé hacia el otro lado, inundada de nervios. Llegué y no dejé de caminar. Continúe hasta la estación. Vigilando a todos a mi alrededor, pagué mi boleto, me cobró un antiguo maestro de preparatoria. Nos saludamos y él me mostró la sala de espera para el bus. Pasamos una sala llena de estudiantes mujeres, uniformadas, todas platicando. Las vi através del cristal. Entré a la sala que me tocaba y me senté entre dos personas a esperar por mi autobús.

jueves, 5 de enero de 2017

Chilena

A causa del tiempo que dejé pasar después del sueño, ya no recuerdo los detalles.
Estaba en la escuela. Una escuela recurrente, blanca, bardas de cemento gruesas en las escaleras. Herrería verde y jardineras pequeñas. Abunda el rojo ladrillo en el suelo, o los edificios.
Estaba un amigo conmigo. Quería que lo besara pero yo no, me negué rotundamente.
Había lluvia, mi hermana estaba ahí. Había peligro. Algo sobre natural tal vez, a lo mejor monstruos, no lo sé.
Era de noche y yo estaba atrapada dentro de la escuela, con mi hermanita. Me sentía aterrada. Estaba desesperada, llamando por teléfono a mi madre para que pasara por nosotras. Finalmente respondió la llamada, diciéndome, con lástima, que ya no estaba en el país. Que se había ido a vivir a Chile con su novia, con la que planeaba casarse. Lloré desconsoladamente, tan fuerte que me desperté.
Volví a dormir y segundos después lloré de nuevo.