viernes, 29 de abril de 2016

Alumna descuidada y el viejo amor no correspondido

Estoy en un salon de clases, es oscuro y hay muchas bancas. El escritorio está del lado izquierdo, contrario a la puerta. Me recuerdan a los salones de la preparatoria, es un híbrido con los del bachillerato, por su oscuridad. Están mis antiguos compañeros, incluyendo mi círculo de amistades. Hay cinco de ellos. No está la chica ruidosa, ni el baterista, aunque sí el jugador de football, que extrañamente, está de visita.
Durante los primeros minutos yo estoy sentada alejada de ellos, mientras están en grupo, charlando. Los miro triste, me siento demasiado apartada de ellos, como una extraña.
Hay revisión de libretas. Me acerco con la profesora, quien es una completa extraña. Lleva un rostro que no conozco. Es morena. El sueño está situado en un abismo del presente que no existe, por lo tanto, en la ilusión, no he asistido a clases un par de semanas. Obviamente, no tengo apuntes de su materia. Me manda a sentar, enojada, sin permitirme darle la explicación. Al parecer es una perra. 
De un momento a otro estoy con mis amigos. Abrazo al jugador con mucho cariño, pues hace tiempo que no lo veía. Charlo brevemente con él, y sigue siendo gracioso. 
Salgo a fumar un cigarrillo con el poeta. Me siento alguien rudo cuando hago eso. Nos sigue el más alto del grupo, lleva un pastel de chocolate, muy extraño, que se le cae. Recojo los pedazos que estaban apilados. Son como browines. Regresamos al salón. Me visita una chica de otro grado, quien se presenta en el sueño como una persona extraña, pero que reconozco con familiaridad, raramente, sé quién es. Me cuenta una anécdota graciosa acerca de uno de los gemelos. Al parecer se accidentó de forma inusual.

Me siento en mi banca, donde estaba el círculo de amigos. Veo al nadador, quien estuve intentando ignorar todo este rato. Está dibujando. Le menciono que ha mejorado su trazo, pues las narices le salen bonitas. Hace un dibujo nuevo, pregunto acerca de lo que es. Me dice que es sobre un videojuego que se trata de la muerte. Respiro incomodidad en la charla, esa sensación que tienes cuando hablas con alguien que sabe que te gusta. Sin embargo, hay cierta camaradería entre ambos.
Cambio de escenario.
Sigo hablando con él, aunque ya no dibuja. Estamos en un cuarto, con una gran ventana. Él está sentado de espaldas a ésta, y yo enfrente de él. Puedo ver la calle, está lloviendo, y hay gente caminando. El cielo está gris. Él lleva una sudadera azul. Sigue hablándome del dibujo, y me cuenta que el personaje que dibujaba es la Muerte, quien cuando reclama las almas, no es un evento gráfico, sino que los ojos se funden en las cuencas vacías y así uno puede asumir que la vida se acaba. Así como en el amor, me dice. Me recuerda que alguna vez me contó que así creía que sería cuando se enamorase, perdiéndose en la mirada de ese alguien. Me entristezco y pienso en mis ojos café.
Cambio de escenario.
Estamos caminando en una calle, ya no llueve, pero está frío y nublado. Lo abrazo, huele a detergente, como siempre. Le hablo en francés y le digo que lo amo. Sonríe dulcemente, pero no responde. Me cuenta que recuerda aquella vez que jugueteamos y me cargó. Que vió que soy chimuela, y ríe. Le aclaro que ya no lo soy. Seguimos recordando aquella vez, alegremente. Me comenta que así una relación es feliz, con juegos, así como nosotros, aunque yo sé que él no se refiere a "conmigo". Me siento bien, como una vieja amiga, como la hermanita menor del grupo.
Despierto.
Descubro que el odio no es real y el amor no es pasajero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario